Mientras leía en libro de Isabel Allende “La Suma de los Días” encontré una cita en la que se hacia referencia a una frase de la cultura oriental que habla que en ciertos momentos de la vida es necesario remar re-direccionando la corriente del destino. Hablando alegóricamente si ese destino fuese un río es más fácil dejarse llevar por la corriente estando atento a las señales y remando solo cuando es imprescindible. Pero esto es poco aplicable, ya que dadas las circunstancias de nuestra cultura, es el movimiento constante el que determina nuestra capacidad de competir en una sociedad de por si sobrexigida.
Se sabe por lo mismo, que la vida tiene etapas y ritmos, a veces cuando de caminar se trata hemos de encontrar lo buscado en el pasado o en el futuro pero casi siempre atemporal, en este mundo occidental no hacemos otra cosa que remar infatigablemente contra la corriente, no solemos dejarnos llevar por el destino, casi nunca soltamos los remos en pro de ser más contemplativos que activos. En síntesis nos perdemos de muchas cosas.
Para poner en el contexto personal lo antes dicho, cabe anotar que hace unos meses estuve sintiendo que en mi vida se había hecho un nudo, uno de esos nudos que presienten cambios drásticos. Por un momento sentí que debía agarrar remos y reanudar el camino que creí que se perdía, pero en eso recibí la frase del libro y me quede pensando que en vez de huir de este momento doloroso remando lejos de la situación o en pro de cambiarla, lo que debía hacer era soltar definitivamente el control y esperar que el tiempo fuera desenrollando la madeja; acepto que fue muy difícil pues no veo con buenos ojos la inactividad, pero de alguna forma por mucho que yo quisiera hacer no dependía de mi cambiar el curso de los acontecimientos, así que me senté a contemplar ”como quien ve una película” los movimientos a mi alrededor. Me concentre en sentir el momento y los sutiles matices del dolor y de la alegría. Curiosamente las cosas se comenzaron a desenredar solas, y aunque se que eso no aplica para todo ni para todos, para mi detenerme fue un acierto.
También como casi todo los extremos son la muerte, es cierto que hay que bajar el ritmo pero a veces tomar los remos y aplica toda la energía es necesario, de igual forma, como cita el gato de Alicia en su país de las maravillas si no se sabe para donde se va el camino que se ha de tomar es irrelevante. Es necesario por lo tanto tener un horizonte en la vida, es necesario y bastante útil saber para donde se esta encaminado la barca pues de lo contrario toda energía utilizada será así mismo desperdiciada.
Es por todo lo anterior que siento que en estos últimos meses he aprendido una lección trascendental en mi vida, he aprendido que en la medida de lo posible el mañana existe, y si no existiera pues tampoco importaría mucho. Las cosas no deben solucionarse de manera inmediata, este tiempo me deja la paz de que no siempre puedo aprisionar en mis manos las cosas, pues todo va y viene, todo tienen su ritmo, por lo que me queda la sensación de que la paciencia es la virtud de las virtudes. Las enseñanzas de la adolescencia que dictaban que lo que no se decía hoy y lo que no se vivía hoy moriría en la noche, han quedado por fin atrás, y es ahora que comprendo la mirada de los abuelos cuando se burlan de nuestro afanes, entiendo lo ridículamente innecesario de las cosas que se hacen a las carreras, lo veo en las cosas vividas que me dejaron esa insípida sensación de haberme perdido de lo mágico que contenían.
A veces son el silencio y la calma los que deberían dictar la pauta, a veces parar no es un alto definitivo en el camino, sino la interiorización de un momento que quiere ser trascendente e inolvidable, un momento que no morirá con la noche sino que se eternizará en el día con las lecciones que deben ser aprendidas como insumos para nuestras metas y propósitos.
Se sabe por lo mismo, que la vida tiene etapas y ritmos, a veces cuando de caminar se trata hemos de encontrar lo buscado en el pasado o en el futuro pero casi siempre atemporal, en este mundo occidental no hacemos otra cosa que remar infatigablemente contra la corriente, no solemos dejarnos llevar por el destino, casi nunca soltamos los remos en pro de ser más contemplativos que activos. En síntesis nos perdemos de muchas cosas.
Para poner en el contexto personal lo antes dicho, cabe anotar que hace unos meses estuve sintiendo que en mi vida se había hecho un nudo, uno de esos nudos que presienten cambios drásticos. Por un momento sentí que debía agarrar remos y reanudar el camino que creí que se perdía, pero en eso recibí la frase del libro y me quede pensando que en vez de huir de este momento doloroso remando lejos de la situación o en pro de cambiarla, lo que debía hacer era soltar definitivamente el control y esperar que el tiempo fuera desenrollando la madeja; acepto que fue muy difícil pues no veo con buenos ojos la inactividad, pero de alguna forma por mucho que yo quisiera hacer no dependía de mi cambiar el curso de los acontecimientos, así que me senté a contemplar ”como quien ve una película” los movimientos a mi alrededor. Me concentre en sentir el momento y los sutiles matices del dolor y de la alegría. Curiosamente las cosas se comenzaron a desenredar solas, y aunque se que eso no aplica para todo ni para todos, para mi detenerme fue un acierto.
También como casi todo los extremos son la muerte, es cierto que hay que bajar el ritmo pero a veces tomar los remos y aplica toda la energía es necesario, de igual forma, como cita el gato de Alicia en su país de las maravillas si no se sabe para donde se va el camino que se ha de tomar es irrelevante. Es necesario por lo tanto tener un horizonte en la vida, es necesario y bastante útil saber para donde se esta encaminado la barca pues de lo contrario toda energía utilizada será así mismo desperdiciada.
Es por todo lo anterior que siento que en estos últimos meses he aprendido una lección trascendental en mi vida, he aprendido que en la medida de lo posible el mañana existe, y si no existiera pues tampoco importaría mucho. Las cosas no deben solucionarse de manera inmediata, este tiempo me deja la paz de que no siempre puedo aprisionar en mis manos las cosas, pues todo va y viene, todo tienen su ritmo, por lo que me queda la sensación de que la paciencia es la virtud de las virtudes. Las enseñanzas de la adolescencia que dictaban que lo que no se decía hoy y lo que no se vivía hoy moriría en la noche, han quedado por fin atrás, y es ahora que comprendo la mirada de los abuelos cuando se burlan de nuestro afanes, entiendo lo ridículamente innecesario de las cosas que se hacen a las carreras, lo veo en las cosas vividas que me dejaron esa insípida sensación de haberme perdido de lo mágico que contenían.
A veces son el silencio y la calma los que deberían dictar la pauta, a veces parar no es un alto definitivo en el camino, sino la interiorización de un momento que quiere ser trascendente e inolvidable, un momento que no morirá con la noche sino que se eternizará en el día con las lecciones que deben ser aprendidas como insumos para nuestras metas y propósitos.
1 comentario:
No hay que remar?? algunas veces si para llegar mas rapido. Que viva tu blog nal&#*!!!
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