martes, 1 de junio de 2010

"RENCARNANDO"

"La muerte me ronda, pero no de manera premonitoria ni aterradora, ella me envuelve con su idea de renovación, se celebra como las calaveras de azúcar mexicanas, de manera dulce. La muerte me habla de nuevos amaneceres pálidos y fríos, de esos que alumbran los cuerpos de los amantes furtivos, es el tipo de muerte que trae vida, el cambio de una estación a otra, el fin del invierno que trae consigo los primero capullos de la primavera. Es la muerte que nace de la vida misma, que muestra ciclos y me recuerda la importancia de estar bien conmigo, de cumplir conmigo, de estar donde quiero y con quien quiero estar, porque el tiempo aquí no es eterno, porque para ser felices los días están contados, y para enseñar a ser feliz a tus ojos debo saber más, trabajar más, estudiar más, leer más, escribir más, pero sobre todo, sonreír, volar , nadar y amar más."

Hace unos días, alguien que quiero mucho, cuestiono la hipótesis de mi madre sobre el ciclo biológico de la vida, los huesos que se vuelven polvo y la carne que se hace sustrato de la tierra que alimenta la zanahoria y el conejo de mis pesadillas. Dicha discusión se me quedó revoloteando en la cabeza y unido a algunos hechos que he vivido en los últimos días, hizo renacer ciertas dudas sobre la muerte, comencé a cuestionarme sobre el porque creo en las cosas en que creo. Volví a pensar en la reencarnación y como saber de ella me salvo de la depresión al perder a mi madre, busque las razones por las que racionalice tan linda forma de ver el fin.


Recordé que en su momento no podía comprender porque la gente parecía empeñarle la felicidad al futuro, porque siempre se postergaban los sueños, y es que tenemos la tendencia a pensar que podremos esperar a mañana para nadar con esas ballenas, para subir esa montaña, para leer ese libro, para probar esa piel,... tenemos la tendencia a pensar que el mundo estará ahí para cuando podamos recorrerlo. Posiblemente pensemos asi porque cuando somos niños se nos enseña a asumir responsabilidades, a hacer las cosas bien, a luchar contra la mediocridad a trabajar duro para merecer algún día la felicidad. Son pocas las familias que enseñan a no ser mediocres con el alma, se juzga mal al que busca la felicidad por encima de todo.


Se nos dice que debemos "sacrificarnos" por los hijos, y así mismo les enseñamos a ellos a posponerse, a priorizar, a anteponer terrenalidades por encima de espiritualides, si se nos enseñara a ser felices y a pensar en los recursos tan solo como aditamentos de los sueños, la humanidad seria distinta, seria más bello estar vivo y daría menos miedo estar muerto.


Es por lo anterior que me negué a la tesis de una segunda, tercera o cuarta oportunidad, creía que si me aferraba al concepto de una sola vida, asumiría de manera más responsable la misma, le dí paso a la ciencia negándole la oportunidad al mundo mágico, deje mi alma atada al mundo de lo racional y lo explicable. Y ultimamente me doy cuenta que una idea no va en contravía de la otra, no importa si esta es la ultima opción o si hay más de una, si partimos del respeto a la vida, nos respetaremos a nosotros mismos, si nos respetamos aprendemos a hacernos felices y si somos felices enseñamos a los que nos rodean a buscar su propia felicidad, cuidándome cuido al mundo.


Y entre más lo pienso, más me gusta lo que no puedo explicar, la magia, la vida después de esta vida y los extraños encuentros, entre más creo, más me cuadran las cosas que ahora vivo. Tengo una amiga que dice que todos venimos a esta vida en racimos, que nacemos y morimos buscándonos, olfateandonos de vida en vida, y que el truco para creerlo es no pensar el tiempo de manera lineal sino de forma caótica y desordenada. Entonces, cuando nos llega la muerte no es un "hasta nunca", es un "nos buscamos en la próxima"...


Y estoy por creer que mi amiga tiene toda la razón, y que a veces de golpe, con un sólo cruzar de las miradas nos reconocemos y las palabras se nos quedan cortas, nos miramos con ansias de entrar y acariciar el alma del antes perdido, mano al pecho en búsqueda del nuevo latido, del nuevo cuerpo, los nuevos puntos de presión, la nueva risa que iluminará nuestra vida, la nueva voz con que nos contaremos sobre los caminos recorridos mientras nos encontrábamos, los océanos nadados, las guerras peleadas, las ganadas y las perdidas, cicatrices y aprendizajes.

Y es así que comienzo a creer de nuevo en la magia, y es que, desde el día que mi hijo me miró a los ojos, lo supe, porque fue ahí cuando sentí ese extraño alivio de haberle encontrado, supe que le conocía de antes, tengo además, la certeza que a través de su nacimiento me reencontraré con mi manada, ya tengo algunos indicios de que así será.
En las noches duermo abrazada a él, y en vez de sentirme abrumada por las responsabilidades que se me vienen, siento que por él puedo disfrutar mi vida, que cumplí con el deber cósmico de traerlo de vuelta y que ahora es tiempo de pasarla bien, al mirarlo siento que mi alma se despereza y se quita las telarañas, que ahora mi responsabilidad se centra en estar feliz y hacerle feliz, dejando fluir el río que de mi nace, descontaminandome, liberándome de dramas, mostrándole lo que significa dar el amor por el amor, la libertad por la libertad, y como diría el Che, dando la vida por la vida misma.

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