Me preparo para hacer lo que creí que no haria de nuevo, me prometí no volver a Caracas en el corto plazo, no porque no tenga su encanto, sino porque ahí pase un año donde me probé muchas cosas que no preví volver a testear, cosas que ya aprendí y quería dejar en el pasado. Pero lo cierto es que vuelvo... y eso que suelo cumplir con mis promesas, por ejemplo, hace 15 años me prometí no volver a comer carne, y salvo una excepción en Buenos Aires e cumplido con esa infantil determinación, o cómo hace dos meses cuando decidí que dejaría el cigarrillo y al no creer en las dejadas de a poco, lo corté de raíz.
Pero hay otras cosas en las que mi voluntad siempre ha flaqueado, y aunque ya no le corro, aun me persigue el temor de las emociones que despierta en mí, a pesar del miedo me he mantenido pegada a su olor por años, con él mi voluntad se asemeja a una prostituta.
Lo sé y no me importa, vuelvo a sus brazos con el mismo corazón sonriente de aquella primera Semana Santa, y regreso a conmemorarla, voy feliz pero me asusta tener que volver justamente a esa casa. En ella me veo con sentimientos encontrados, con rincones que fueron mios y un día abandone a su suerte, rincones que fueron ocupados y desocupados de nuevo, corazones rotos y una que otra lágrima, algunas mías, algunas ajenas.
Mi cocina, mis cuadros, algunos de mis libros, mis plantas, mi telescopio donde reencontré la luna, los pequeños adornos que por el mundo he ido juntando, y uno que otro secreto. Le temo a esa casa, tan mía y tan ajena, le temo a sus rincones y a sus nuevos olores, le temo profundamente a las huellas que dejé para que se diluyeran con el viento, las cosas que no me quise traer para poder seguir volando sin remordimientos.
Mentiría si dijera que no me importa volver a ese décimo piso, pues de alguna manera siento que irrumpo, siento que saco de ahi fantasmas y es mi deseo vivir con el mismo cuidado de un monje tibetano, me gustaría no pisar nunca una hormiga, ni tener que matar zancudos, me gustaría pensar que nadie sale herido por mi existencia, que en mí no hay dolor ajeno ni propio. Pero eso es sin duda una ilusión, cometo errores y mato muchos insectos en mi caminar descuidado, me confundo y actúo con imprudencia, me voy segura de seguir el camino y me devuelvo segura de nada, abriendo y cerrando ilusiones ajenas.
Pero ni modo...vuelvo, y está vez estoy dispuesta a cerrar ciclos, voy a reencontrar la playa, esta vez lo hago con la linda convicción de ir porque me da la gana y no por obligación, vuelvo a reencontrar el clima perfecto de sus calles, voy porque es necesario despedirme de todo lo bueno que aprendí, vuelvo porque no voy a seguir huyendo, voy a ponerle la cara a mis temores, porque ya casi acaba todo, porque ya casi reuno todos los trozos que dejé esparcidos durante mi explosión, vuelvo porque es necesario rellenarme de ti, que te rellenes de mí, no acá, sino justamente allá donde nos perdimos, donde no nos vimos más. Justamente en esa casa, a la que culpamos de tantas cosas.
Esperame Caracas..... que para allá es que voy.