En esta ciudad llevamos días y días viendo llover, las gotas son finas y eternas, este debe ser el único parecido de Bogotá con la brumosa Londres. Pensando en esto encontré un escrito que hice estando en Caracas, donde las lluvias tienen una forma diferente, me dio risa leerlo, tanto que se los voy a anexar aquí. ¡Quien sabe en que rayos andaba pensando!!
Las tormentas de trópico son memorables, son goterones de tamaño considerable que nublan el horizonte con una blanca cortina, duran lo que tienen que durar, usualmente es poco, cuando vienen con viento se puede ver las estelas de agua entrelazadas bailando al ritmo del cielo.
Antes de caer estas tormentas al contrario de disminuir la temperatura, se eleva hasta casi enloquecer, uno casi le pide al cielo que llueva para calmar el sofoco que provocan. Me pregunto si estas tormentas no serán la invocación de mucha gente deseando alivio y que aquello de la mente colectiva funciona y nos premia con los nombrados chaparrones.
Viendo esta tormenta caraqueña no puedo dejar de compararla con las tormentas de mi natal Cali, que me trajeron de vuelta las palabras de de mi abuela, ésta al mirar al cielo vaticinaba “hoy lloverán hasta maridos”. Cada vez que la oía decir eso, no podía dejar de pensar en el increíble valor que las mujeres le otorgan al hecho de tener un marido en la casa, es casi como poseer un animal en vía de extinción, como si los pobrecitos en vez de casarse se cazaran como bestias sabrosísimas, donde la consigna seria, “tener marido, ser o no ser”. Menos mal los tiempos cambian, y de las abuelas a nosotras hay mucho trecho, aún nos falta un poco, pero ahí vamos en la batalla contra el machismo.
Esta tormenta ya termino, cayó demasiado rápido y se extinguió dejando pozos enormes en las irregulares calles. Si me preguntan, no, no llovieron maridos, si así fuera en vez de una mojada ciudad tendríamos un genocidio sangriento tapizando las calles, por que caer de tan arriba podría resultar mortal y desagradable ¿y quien quiere un marido muerto?, me imagino a todas las mujeres haciéndose las bobas para no limpiar sus antejardines o maldiciendo su suerte por que éstos al estrellarse rompieron las tejas y dejaron grandes goteras. No, menos mal del cielo del trópico sólo cae lluvia, y las grandes y memorables tormentas sólo dejan grandes charcos y una temperatura agradable.
Las tormentas de trópico son memorables, son goterones de tamaño considerable que nublan el horizonte con una blanca cortina, duran lo que tienen que durar, usualmente es poco, cuando vienen con viento se puede ver las estelas de agua entrelazadas bailando al ritmo del cielo.
Antes de caer estas tormentas al contrario de disminuir la temperatura, se eleva hasta casi enloquecer, uno casi le pide al cielo que llueva para calmar el sofoco que provocan. Me pregunto si estas tormentas no serán la invocación de mucha gente deseando alivio y que aquello de la mente colectiva funciona y nos premia con los nombrados chaparrones.
Viendo esta tormenta caraqueña no puedo dejar de compararla con las tormentas de mi natal Cali, que me trajeron de vuelta las palabras de de mi abuela, ésta al mirar al cielo vaticinaba “hoy lloverán hasta maridos”. Cada vez que la oía decir eso, no podía dejar de pensar en el increíble valor que las mujeres le otorgan al hecho de tener un marido en la casa, es casi como poseer un animal en vía de extinción, como si los pobrecitos en vez de casarse se cazaran como bestias sabrosísimas, donde la consigna seria, “tener marido, ser o no ser”. Menos mal los tiempos cambian, y de las abuelas a nosotras hay mucho trecho, aún nos falta un poco, pero ahí vamos en la batalla contra el machismo.
Esta tormenta ya termino, cayó demasiado rápido y se extinguió dejando pozos enormes en las irregulares calles. Si me preguntan, no, no llovieron maridos, si así fuera en vez de una mojada ciudad tendríamos un genocidio sangriento tapizando las calles, por que caer de tan arriba podría resultar mortal y desagradable ¿y quien quiere un marido muerto?, me imagino a todas las mujeres haciéndose las bobas para no limpiar sus antejardines o maldiciendo su suerte por que éstos al estrellarse rompieron las tejas y dejaron grandes goteras. No, menos mal del cielo del trópico sólo cae lluvia, y las grandes y memorables tormentas sólo dejan grandes charcos y una temperatura agradable.
1 comentario:
Me encanto, como me he reido, con el ultimo parrafo. Exelente con ese tinte tan chistoso e ironico que te caracteriza!!!!!
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