Sin duda el miedo es bastante útil para controlar, pero no es eterno, el miedo es como toda planta, primero ha de ser sembrado y luego alimentado, necesita su propia dosis de luz, agua y “fe”.
Hace poco, mientras veía el documental de Richard Dawkins "The Root of All Evil" no pude más que sentirme identificada en muchos aspectos que ahí se nombran, tal vez lo que más llamó mi atención fue el hecho de verme como una de las personas que crecieron sin religión, es más, fue su carencia la que dominó las pesadillas de niñez, la ciencia a muy tierna edad puede ser igualmente aterradora, algo que sé, porque hace parte de mi propia historia.
Pasé mi infancia resguardada de toda influencia religiosa, o lo más posible, vivía en Barcelona y aunque España es un país de bases católicas muy fuertes, la doctrina religiosa no es permitida en los colegios públicos, en mi casa, mi madre pertenecía al más radical de los ateísmos, o sea que sencillamente para ella no existía religión, ni la criticaba, ni la practicaba.
Regresamos a Colombia para cuando yo rondaba los 10 años, parece ser que ese fue mi propio punto de no retorno. Y es así que al llegar acá me encontré por primera vez ante la enorme Biblia de mi abuela y su aun más enorme rosario adornando la cabecera de su cama, así mismo, entré a un colegio donde por primera vez conocí las enseñanzas del catolicismo, pero ya no había forma, como lo dije antes ya había pasado mi punto de no retorno y no me pude comer el cuento de un mundo creado en 7 días, ni en el pecado original, y menos el Arca de Noé, porque sin duda no pude creer que en un barco fueran a caber todos los animales que había visto en los zoológicos, sencillamente la religión no me cupo en la cabeza, como tampoco la idea romántica de un ángel al que le rezábamos en las noches para que nos cuidara en el día, ni tampoco los aburridos sermones de domingo hicieron otra cosa que arrullarme. Para cuando mi madre regresó, 6 meses después de mi llegada, no encontró la católica ferviente que mi abuela esperaba haber convertido durante su ausencia, sino más bien, a una niña que pensaba que su familia estaba un poco “tocada”. Mi madre volvió a abrazarme con su escepticismo y todo volvió a ser “normal”.
Dos años después, mi madre moría de una extraña enfermedad, sin ninguna fe a la cual aferrarse la vi consumirse poco a poco, un día cualquiera mientras veíamos televisión le pregunte por lo que pasaría después de su muerte, sin tacto respondió sobre las cuestiones logísticas del asunto, te quedaras con tal y pascual, terminaras tus estudios y bla bla bla, insistí en la pregunta de qué sucedería con “ella” después de su muerte, sin duda su respuesta salió de sus más profundas convicciones, porque sin pestañear respondió;
-Pues cuando muera mi cuerpo, gracias a los gusanos, se volverá tierra, esa tierra se volverá el sustento de una zanahoria, que posteriormente será alimento para un conejo y así sucesivamente.-
Y fue así como su idea de eternidad fue la pesadilla que me persiguió durante mucho tiempo.
Cuando murió, mi niñez quedó enterrada a su lado, me rondaba la imagen de los gusanos convirtiéndola en tierra, los conejos me asaltaban en la noche, la idea de la muerte no me dejaba dormir, fue ahí cuando envidié a mis compañeros de colegio, los que sin dudarlo me hablaban del paraíso, pero yo lo sabía, no había cielo, ni infierno, solo había tierra, gusanos y conejos.
Curiosamente fue un libro con otro tipo de creencias la que me permitió salir de mis pesadillas, fue todo un bálsamo a mis temores y llegó a mí como un magnifico accidente. Una de las primeras cosas que hice al morir mamá fue acercarme a ella a través de sus libros, quería entender su esencia y devoré su biblioteca como si esto me devolviera a su lado, dejaba los libros en una mesa antes de irme al colegio y volvía a ellos cuando regresaba, al tiempo descubrí un doble marcado de pag, sin decirme nada mi abuela seguía mis pasos a través de los libros que leía, tratando así de entrar en mi silencioso mundo. Ninguna dijo nada, pero esto se convirtió en un ritual de las dos, yo tenía la precaución de dejarle el libro en el lugar “acordado” y no confundir nunca las marcas de dónde íbamos. Un día fue ella la que propuso la lectura, encontré en nuestro sitio algo que me dejo respirar en paz por mucho tiempo, su título era “Muchas vidas, muchos sabios” del doctor Brian Weiss, jefe de psiquiatría del hospital Mount Sinaí de Miami.
Palabra más palabras menos, este libro combinó dos cosas en las que yo quería creer, la ciencia y un mundo después de la muerte, hablaba sobre reencarnación, sobre muertes recordadas, traumas pasados de vida en vida, etc. En su momento esta creencia me devolvió las ganas de vivir ésta supuesta vida, después de ella habían más chances de ser feliz, de equivocarme, en fin, una segunda, tercera y hasta cuarta oportunidad. Y fue así como la idea de la muerte dejo de asaltarme.
Pasaron los años y deje de pensar que el libro fuera ni medianamente real, sigo agradecida con mi abuela por dejarme leerlo y devolverme con él la tranquilidad, aun así sigo pensando que falta demasiado por descubrir como para dar por sentado nada, hay investigaciones recientes que dicen que nuestras neuronas podrían contener algo de memoria heredada, quiere esto decir que podríamos bajo estimulación sacar cosas que vivieron nuestros padres antes de nosotros nacer, aunque esto no explique como recordamos muertes que no pudieron vivir nuestros antepasados, por obvias razones no podríamos haber nacido después de su deceso. Como lo dice el mismo Dawkins, la ciencia esta en perpetuo movimiento y en eso radica su magia.
Obviamente mi caso es extremo, fue una muerte prematura la que me hizo cuestionar mis creencias o la falta de ellas, pero gracias a ello puedo comprender como el miedo podría haberme empujado a una salida fácil, y como la idea del paraíso fue tan tentadora, lo que no me permitió caer en dicho vórtice fue la no naturalización de las ideas un tanto ridículas que les enseñan a los niños durante la primaria, y por lo mismo creo entender porque en las cárceles y hospitales nacen tantos fanáticos, cuando todo ha sido quitado, cuando tus bases son movidas por eventos aleatorios, cuando el dolor escapa a tu control, queda muy adentro la huella de la salida fácil, la religión de la niñez con su explicación sobre lo bueno y lo malo es mucho más sencilla de explicar que el altruismo Darwiniano, es más sencillo creer en un plan divino que nos permita vivir una reclusión o una enfermedad terminal, que asumirnos como dueños de nuestro propio destino.
El mundo sin Dios es aterrador, pero está bajo nuestro único control, el mundo sin paraíso ni infierno, nos deja a nuestro libre albedrío esta única vida, sabiendo que podemos hacer de ella el mismísimo infierno y paraíso. Con ello quiero decir que la responsabilidad de un mundo sin Dios es muchísimo más grande que uno donde él es pensado como el hacedor de cosas, donde somos simples marionetas movidas por hilos imaginarios de una conciencia superior, es un mundo con menos magia, pero sin duda un mundo más nuestro.
Ya por todo lo anterior no puedo tampoco entrar a criticar de manera tan fuerte como lo hace el profesor Dawkins en su documental, no creo que sea necesario ser tan duro con aquellos que deciden creer y resolver así las dudas de sus vidas, el miedo al más allá nos persigue a todos, pero cada quien toma sus propias salidas, ese es su derecho, en eso radica su libre albedrío. Lo malo es hacerlo con los niños, pero sin duda los padres lo hacen porque creen que es lo mejor para ellos, y entro así en arenas movedizas, parte de otro cuento.